La escalada armamentística entre las dos superpotencias durante la Guerra Fría conllevó una frenética actividad de experimentación científica militar, algunos de cuyos efectos solo hoy comienzan a desvelarse públicamente.
La carrera para desarrollar armas nucleares fue un rasgo característico de la Guerra Fría, ya que Estados Unidos y la Unión Soviética trataron de demostrar, mediante pruebas nucleares, sus capacidades militares durante las fuertes tensiones que comenzaron a producirse entre ambas superpotencias tras finalizar la Segunda Guerra Mundial.
El equipo de Giles Harrison, profesor de física atmosférica en la Universidad de Reading en el Reino Unido, ha investigado cómo la carga eléctrica liberada por la radiación de las pruebas de detonación de bombas nucleares, llevadas a cabo predominantemente por Estados Unidos y la Unión Soviética en las décadas de 1950 y 1960, afectaba a las nubes de lluvia de la época.
Aunque se llevaron a cabo pruebas nucleares en partes remotas del mundo, como el desierto de Nevada en EE.UU., y en islas del Pacífico y del Ártico, la contaminación radiactiva se extendió ampliamente por toda la atmósfera. La radiactividad ioniza el aire, liberando carga eléctrica.
El estudio realizado por Harrison y sus colegas se basa en los registros históricos del período 1962-64 de una estación de investigación meteorológica en Escocia. Los científicos compararon los días con carga radiactiva alta y baja, encontrando que las nubes eran visiblemente más gruesas, y había un 24 por ciento más de lluvia en promedio en los días con más radiactividad.
El observatorio meteorológico de Lerwick, en las Islas Shetland, Escocia, donde se hicieron los registros históricos de las precipitaciones analizados por el equipo de Giles Harrison. (Foto: Keri Nicoll / University of Reading / University of Bath)
Estos resultados indican por tanto que las pruebas nucleares durante la Guerra Fría aparentemente cambiaron los patrones de lluvia a miles de kilómetros de los sitios de detonación.
Las pruebas nucleares han generado a lo largo de la historia otros efectos además de la destrucción en la zona de la explosión y la emisión de radiactividad. Una investigación hecha pública en 2011 documentó la elevación por dilatación térmica de un terreno ubicado sobre una zona subterránea de pruebas nucleares, en China. El objetivo del estudio fue Lop Nor, una zona de pruebas nucleares que se había utilizado con ese propósito en tres ocasiones: el 21 de Mayo de 1992, el 15 de Mayo de 1995, y el 17 de Agosto de 1995. El equipo de Paul Vincent, geofísico en la Universidad Estatal de Oregón, Estados Unidos, analizó las imágenes satelitales obtenidas mediante radar de apertura sintética interferométrica (InSAR, por sus siglas en inglés) durante varios años, detectando un cambio en la superficie que empezó cuatro años después de las pruebas. La elevación del terreno fue de varios centímetros.
En anteriores estudios, los investigadores ya comprobaron que el calor de una detonación nuclear subterránea se propaga lentamente hacia la superficie. En la mayoría de los sitios, incluyendo un polígono de pruebas nucleares en Nevada, Estados Unidos, esa señal de calor se disipa lateralmente cuando alcanza el nivel freático, que suele estar a bastante profundidad bajo la superficie. En Lop Nor, sin embargo, la capa freática está solo a unos tres metros bajo la superficie. Debido a ello, la columna de agua subterránea calentada tarda cuatro años en llegar a esa altura. Cuando la alcanza, eleva ligeramente el terreno sobre el punto subterráneo de la detonación, lo suficiente como para ser detectado a través de las imágenes de radar InSAR. (Fuente: NCYT Amazings)
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