sábado, 6 de junio de 2020

Las trifulcas sociales y políticas tienen un mismo patrón neuronal

Las personas inmersas en grupos a veces pierden su individualidad, corren riesgos que normalmente evitarían y se acercan a los extraños con una hostilidad no provocada.

Dos ejemplos de estos conflictos intergrupales son los debates políticos y las peleas entre los fanáticos del fútbol.

En algunos casos, estos conflictos polarizados pueden deteriorar seriamente las relaciones entre grupos, a veces con consecuencias destructivas.

Una investigación desarrollada en la Universidad Normal de Beijing en China ha descubierto ahora los patrones cerebrales ocultos detrás de estas reacciones.

Dos regiones cerebrales específicas aparecen relacionadas con estos comportamientos: la corteza prefrontal dorsolateral y la unión temporoparietal. Más concretamente, la parte derecha de ambas secciones cerebrales.

La corteza prefrontal dorsolateral (DLPFC) está encargada de las funciones ejecutivas, como la memoria de trabajo, la flexibilidad cognitiva, la planificación, la inhibición y el razonamiento abstracto.

La unión temporoparietal (TPJ), llamada así porque en su interior se cruzan los lóbulos parietales y temporales, está relacionada con el proceso cerebral que permite a las personas centrar la atención en cosas o personas.

Hostilidad cerebral

Lo que ha descubierto esta investigación es que, cuando se desata la violencia intergrupal, estas dos regiones cerebrales desempeñan un papel determinante en los miembros de los grupos implicados.

Cuando los miembros de un grupo están tranquilos, las conexiones entre esas dos áreas cerebrales fluyen y son estables.
Sin embargo, cuando se desatan las tensiones, las conexiones entre esas dos áreas cerebrales se intensifican y propician la hostilidad intergrupal.

Cuanta mayor es la hostilidad intergrupal, mayor es la sincronización de la parte derecha de esas dos áreas cerebrales.

Una investigación anterior ya había determinado que la corteza prefrontal dorsolateral puede estar involucrada en el acto de engaño y mentira: inhibe la tendencia natural a decir la verdad.

Otras investigaciones habían determinado también que cuando está dañada, la unión temporoparietal reduce la capacidad de una persona para tomar decisiones éticas.

Implicaciones

El resultado de esta investigación es significativo porque arroja nueva luz a uno de los aspectos más relevantes de la conflictividad social: los conflictos psicosociales o subjetivos, cuyas causas se atribuyen a factores psicológicos.

Esas causas tienen que ver con el interés por reforzar una identidad colectiva frente a otros grupos y por marcar diferencias frente a otros colectivos.

La mayoría de las veces, son esos factores los que originan los comportamientos críticos para las personas y la sociedad.
Ahora sabemos que cuando observamos o padecemos episodios de violencia intergrupal, esas áreas cerebrales son las que rigen los comportamientos y reacciones de las personas implicadas.

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