martes, 29 de septiembre de 2020

An�lisis de Castle of Illusion Starring Mickey Mouse

Muchas cosas se dan por sentadas en la actualidad que hace 30 años eran muy diferentes. Mencionar Megadrive hoy remite sin excepción a Sonic the Hedgehog, cuando en 1990 ese solo era un proyecto en ciernes. Del mismo modo, hoy apenas se le concede relevancia a los juegos protagonizados por personajes Disney a pesar de que éstos componían entonces un ecosistema de colores y diversión sin precedentes. Castle of Illusion, de haber sido protagonizado por una mascota de Sega, gozaría de mayor consideración en la actualidad. Eso no quiere decir que no tenga alto reconocimiento en retrospectiva, pues es celebrado con unanimidad como un juego excelente, pero en comparación con Ristar, Sonic o Battletoads, queda ligeramente en segundo plano.

El ratón de Disney tuvo el poder de atraer a los niños de los 90 hacia un mundo mágico. La saga Illusion destila una gama de colores, de tonos y elementos que han sobrevivido a la edad con admirable tenacidad, y en su primera entrega Castle of Illusion el estándar de calidad ya quedaría altísimo, quizás insuperable. Como si de una fábula se tratase, tras introducir el cartucho en nuestra consola la escena inicial nos muestra a Mickey y Minnie bailando en un mundo casi onírico, hasta que la malvada bruja Mizrabel (antagonista en varias entregas de la saga) secuestra a la ratoncita para robarle su juventud y belleza. Mickey acude a su rescate al Castillo de las Ilusiones, en el cual cada puerta conduce a un mundo ilusorio distinto detrás del cual se halla una gema. Tanto en lo literal como en lo figurado nos adentramos en una ensoñación.

Detrás de cada una de las cinco puertas hay un mundo ilusorio totalmente único: únicos diseños, mecánicas y enemigos nos esperan, haciendo que esta aventura, a pesar se su corta duración (entre 30 y 40 minutos) sea altamente satisfactoria. Cada mundo, dividido en dos fases y un jefe final, nos exige aprender las peculiaridades del mismo, desde entender cómo funcionan las plataformas, los ataques de los enemigos, trampolines, lianas y muchos más elementos que convierten la partida en una experiencia muy divertida y variopinta. Un jugador experimentado reconocerá elementos de Sonic The Hedgehog en este juego, como los detalles del entorno (esas flores geométricas o terrenos de estilo biselado) o algunas mecánicas como adquirir velocidad al bajar corriendo por una rampa para efectuar un salto más lejano. El ejercicio de experimentación con el género y con las posibilidades de la máquina que se llevó a cabo en Castle of Illusion es, por muchas razones, digno de mención.

Artísticamente, si bien el cénit de esta saga en encuentra en World of Illusion, es innegable que la semilla se encuentra aquí: melodías mágicas que alumbran nuestra aventura en cada plataforma, colores vivos que se nos quedan en la retina, animaciones que dan vida a este universo… Es un título que, pese a ser de la primera hornada del catálogo, es una delicia de jugar y en ningún caso queda en entredicho.

Tomar el papel de Mickey Mouse en este clásico de Sega Megadrive (que también apareció en Master System y Game Gear) es una delicia por muchos años que pasen. Es un juego que se disfruta a las mil maravillas gracias a un diseño muy accesible, dificultad muy bien ajustada sin picos absurdos (algo muy habitual en la época) y un estilo que sigue siendo atractivo, que nos transporta a esa inocencia mágica de principios de los 90.

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