Tal como exhortaba ese presidente español tan famoso e indecentemente apolíneo: “ser malos, buenas noches colegas”, un mensaje tan vitalista como gramaticalmente cuestionable, ser malvado es una actitud. No hablamos de esa maldad típica de los creadores de patrias a través de la sangre ni de los defensores del dinero rápido, sino de las diabluras y travesuras sin odio excretable. En esta era de perfección moral en el que nunca se falla y nunca se es enteramente humano, pues estamos destinados a ser estandarte antropomórficos de la Decencia y el Respeto, siempre es un menester ser pizpireto e imperfecto. Son montones los videojuegos protagonizados por seres malvados, botarates sin remisión y pequeños cabroncetes, desde Overlord hasta Larry Laffer. En la misma sintonia estética, moral y protagonismo sobrenatural que The Wardrobe, tenemos Darkestville Castle, una aventura gráfica que debutó para PC en 2017, pasó por móviles en 2019 y ahora en 2020 llega a PlayStation 4, Xbox One y Switch. Se trata del trabajo del equipo argentino Epic Llama y de la editora rosa BUKA que promete el encanto de los años 2000 pero adaptado a los nuevos tiempos.
Una buena aventura comienza siempre con el protagonista recién levantado de la cama. Cid debe estar descansado para atormentar correctamente a sus vecinos del pueblo.
Hace muchos años, un meteorito se estrelló en el planeta y de su interior salió un pequeño demonio que se quedó a vivir por ahí. A medida que crecía se volvía más gamberro y gambitero, se construyó un castillo bien resultón que daría nombre a una aldea entera y se convirtió en el nemesis oficial de su población. Alto personaje, de permanente sonrisa e inhumano rostro, su nombre es Cid, todo en él es un torrente de ideas inagotables para hacer el Mal y otras bromas menores. Aficionado a la magia gitana, a los explosivos y a vandalizar estatuas, este muchachito se hace notar a todas horas. No obstante los habitantes se acostumbraron a sus experimentos y sus trampas mortales, a sus engaños y sus timos, a su picaresca y su tremenda imaginación, sus travesuras y sus robos… casi todos le ven como un vecino molesto y poco más, pero no todos son comprensivos.
Entre esos vecinos se encuentra su archienemigo Dan Teapott, un cazador de demonios de andar por casa, de presencia poco imponente, de costumbres fijas y perseverancia indomable, quien intenta derrotar al larguirucho Cid semanalmente. Dado a que sus planes siempre fallan recurre a una ayuda externa y experta: los hermanos Romero, dicharacheros enemigos del Mal. No obstante su estrategia fracasa igualmente y Cid escapa de las garras de los Romero… pero no así su pez mascota Domingo, quien cae preso al ser confundido por él. ¿Podrá Cid salvar a su pez? ¿Podrá salvarlo sin causar males y arrastrar al mundo entero al caos? ¿Si causa problemas podrá resolverlos luego? ¡Habrá que verlo!
Como aventura gráfica cumple con lo necesario y esperado: comandos de hablar, observar y manosear, un inventario y puzles. Cid es capaz de observar todos los elementos del escenario, hablar con los personajes e interactuar con ellos (un mismo icono sirve tanto para agarrar como activar). La complejidad de los puzles no es realmente alta, de hecho rara vez presentarán algún desafío real, aunque en el tramo final la dificultad aumenta un poco. No existe un sistema opcional de comodín como en Irony Curtain ni se ofrecen pistas cuando estamos mucho tiempo sin hacer nada como en Wallace & Gromit, pero sí es cierto que el propio personaje habla demasiado cuando examina algunos elementos o intentamos llevar a cabo una idea incorrecta pero no muy alejada a la solución. Así pues es inevitable recibir información extra y facilidades. Otro detalle que nos ayuda mucho consiste en mover suavemente el stick derecho (o su botón equivalente en ordenador) para que el cursor señalice todos los objetos de interés de la pantalla, así que es raro pasar por alto algún elemento. Incluso se puede señalizar todos los elementos útiles con un icono al mismo tiempo. Otra comodidad es la posibilidad de entrar o salir de una pantalla haciendo doble click en las puertas.
Dan Teapott tiene tirria a Cid y no ceja en su empeño por derrotarle. No compartimos su manía persecutoria, pues el buen demonio es muy ordenado y paga sus impuestos
El juego no es excesivamente largo, unas cinco o siete horas, aunque en ocasiones se haga un poco pesado debido a sus largos diálogos, demasiados chistes sin gracia y la sensación de que no hay suficientes escenarios diferentes. Está dividido como si una obra de teatro se tratase, con su tres actos, interludios y epílogo. Existe un grado de dificultad llamado “Modo felino” que es ciertamente curioso… quien haya jugado y completado La fuga de Deponia (el primero de la saga) sabrá de que trata. Eso sí, es un modo que no tiene mucho sentido tenerlo desde el principio y podría haber estado mucho más cuidado y no ser tan chirriante.
La historia es simpática y tiene un protagonista bastante divertido, carismático y entrañable gracias a su carácter vivaracho, sarcasmo y malicia pueril. Los secundarios y antagónicos también tienen gracia y encanto, en su justa medida, en la mayoría de las ocasiones. Algunos ofrecen conversaciones interesantes y otros más bien temas anodinos, pues no siempre se mantiene el nivel. No obstante los monstruos siempre resultan interesantes en cualquier formato y en cualquier ocasión, nunca viene mal un demonio para amenizar.
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