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lunes, 25 de mayo de 2020

Ir a dormir más tarde de lo habitual puede perjudicar nuestra salud cardiovascular

A pesar de la creciente conciencia de lo crítico que es el sueño para nuestra salud, conseguir un buen descanso nocturno sigue siendo cada vez más difícil en un mundo que siempre está “encendido”: respondiendo a correos electrónicos a todas horas, ciclos de noticias que cambian con cada tweet y mirando interminablemente la luz azul de las pantallas de los teléfonos móviles, tabletas y ordenadores.

Los científicos han subrayado la importancia de los hábitos de sueño saludables, recomendando al menos siete horas cada noche, y han vinculado la falta de sueño a un mayor riesgo en numerosas afecciones de salud, entre ellas la diabetes, los accidentes cerebrovasculares y las enfermedades cardiovasculares.

Ahora un nuevo estudio muestra que el hecho de acostarse a su hora también podría tener un efecto en la salud. Investigadores de la Universidad de Notre Dame estudiaron la correlación entre la regularidad de la hora de dormir y la frecuencia cardíaca en reposo (RHR) y descubrieron que los individuos que se van a la cama incluso 30 minutos más tarde de su hora de dormir habitual presentan una frecuencia cardíaca en reposo significativamente mayor que dura hasta el día siguiente.

“Ya sabemos que un aumento en la frecuencia cardíaca en reposo significa un mayor riesgo para la salud cardiovascular”, dijo Nitesh Chawla, el profesor Frank M. Freimann de Ciencias de la Computación e Ingeniería de Notre Dame, director del Centro de Redes y Ciencias de la Información y autor principal del estudio. “A través de nuestro estudio, encontramos que incluso si se duerme siete horas por noche, si no se va a la cama a la misma hora cada día, no solo aumenta el ritmo cardíaco en reposo mientras se duerme, sino que ello se prolonga hasta el día siguiente”.

Chawla y su equipo analizaron los datos recogidos a través de Fitbit de 557 estudiantes universitarios en el curso de cuatro años. Registraron 255.736 sesiones de sueño, midiendo la hora de dormir, el sueño y el ritmo cardíaco en reposo. Se observaron incrementos significativos en el RHR cuando los individuos se fueron a la cama entre uno y 30 minutos más tarde de su hora normal de dormir. La hora normal de dormir se definió como el intervalo de una hora que rodea la hora media de dormir de una persona. Cuanto más tarde se acostaron, mayor fue el aumento de la RHR. Las tasas se mantuvieron elevadas hasta el día siguiente.

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(Foto: Pixabay)

Sorprendentemente, acostarse más temprano que la hora normal de acostarse también mostraba signos de aumento de la RHR, aunque dependía de lo temprano que fuera. Acostarse 30 minutos antes de lo normal parecía tener poco efecto, mientras que acostarse más de media hora antes aumentaba significativamente la RHR. Sin embargo, en los casos de acostarse más temprano, la RHR se niveló durante la sesión de sueño. Los ritmos circadianos, los medicamentos y los factores de estilo de vida entran en juego cuando se trata de hábitos de sueño saludables, pero Chawla dijo que es vital considerar también la consistencia.

“Para algunos, puede ser una cuestión de mantener su horario regular de ‘semana de trabajo’ hasta el fin de semana”, dijo Chawla. “Para los trabajadores por turnos y los que viajan con frecuencia, acostarse a la misma hora cada noche es un desafío. Establecer una rutina saludable para acostarse, lo mejor que se pueda, es obviamente el primer paso. Pero mantenerse en ella es igual de importante”.

Los coautores del estudio incluyen a Louis Faust, Keith Feldman, David Hachen y Stephen Mattingly, también de Notre Dame. (Fuente: NCYT Amazings)

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jueves, 21 de mayo de 2020

La actividad física protege el sistema cardiovascular de los niños nacidos con bajo peso

Los niños que nacen en término (después de la 37ª semana de gestación) pesando menos de 2,5 kilogramos (kg) están sujetos a un riesgo aumentado de desarrollar enfermedades cardiovasculares durante su vida adulta. Con todo, la práctica regular de ejercicios físicos durante la infancia puede mejorar el funcionamiento de las células implicadas en la salud de los vasos sanguíneos y atenuar dicho riesgo.

Esto es lo que muestra un estudio publicado en el periódico Nutrition, Metabolism & Cardiovascular Diseases. Se trata de un trabajo que contó con la coordinación de Maria do Carmo Pinho Franco, de la Escuela Paulista de Medicina de la Universidad Federal de São Paulo (EPM-Unifesp), en Brasil, en el marco de un proyecto que contó con el apoyo de la Fundación de Apoyo a la Investigación Científica del Estado de São Paulo – FAPESP. Participaron en esta investigación Livia Victorino de Souza, Franciele de Meneck, Edilamar Menezes de Oliveira y Tiago Fernandes.

El estudio se llevó a cabo con 35 niños con edades entre 6 y 11 años, divididos en dos grupos: los nacidos con un peso inferior a 2,5 kg y los nacidos pesando 3 kg o más. Todos pasaron por un programa de entrenamiento durante 10 semanas que incluía sesiones semanales de 45 minutos de actividades físicas lúdicas con intensidad entre moderada y vigorosa. Se midieron parámetros antropométricos (peso, estatura, porcentaje de grasa y circunferencias corporales) y se les extrajeron muestras de sangre a los participantes antes y después del período de ejercitación.

Al final de la intervención, se notó una mejora significativa en la circunferencia de la cintura y en la aptitud cardiorrespiratoria de todos los niños. Entre los que nacieron con bajo peso, fue posible detectar también una mejora de la presión arterial, como así también de los niveles circulantes y de la funcionalidad de las células progenitoras endoteliales.

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Niños jugando. (Foto: DICYT)

“Las células progenitoras endoteliales se elaboran en la médula ósea y están implicadas en diversos procesos vasculares que comprenden la formación de nuevos vasos sanguíneos y la reparación de los ya existentes. Por ende, son importantes para el mantenimiento de la salud cardiovascular”, según le explicó Pinho Franco.

A finales de la década de 1980 surgieron las primeras sospechas de que los niños nacidos en término completo, pero con un peso inferior a los 2,5 kg, mostraban una mayor propensión a padecer enfermedades cardiovasculares. Estos hallazgos dieron origen a la Hipótesis de la Programación Fetal, postulada por el epidemiólogo británico David Barker (1938-2013). El investigador observó en el Reino Unido que entre los grupos poblacionales de menores recursos las tasas de enfermedad cardiovascular fueron dos veces más altas que en las regiones más ricas. En el transcurso de los años, esta relación ha venido siendo dilucidada por la ciencia.

Se sabe actualmente que la programación fetal puede concretarse como respuesta ante distintas condiciones adversas durante la gestación, tales como deficiencias nutricionales, insuficiencia placentaria y estrés. Este fenómeno puede interpretarse como un intento del feto de adaptarse al ambiente intrauterino de nutrición restringida, asegurando su supervivencia a costa de modificaciones permanentes en sus estructuras y órganos vitales.

Pinho Franco se abocó al estudio de las repercusiones tardías del bajo peso al nacer desde su maestría. Puso en marcha esa línea de investigación con modelos animales y durante los últimos años ha migrado hacia los estudios de poblaciones de niños durante su posdoctorado y en el marco de una Ayuda a la Investigación – Apoyo a Jóvenes Investigadores, con enfoque en las alteraciones tardías del endotelio vascular, la capa que reviste la pared interna de los vasos sanguíneos.

“En los niños durante la etapa previa a la pubertad es posible notar una disminución de la vasodilatación de determinadas arterias y alteraciones de la presión arterial, fundamentalmente un aumento de la [presión] sistólica [o presión máxima, que marca la contracción del músculo cardíaco cuando el mismo bombea sangre]”, dijo Pinho Franco. “Son detalles pequeños, pero que elevan el riesgo cardiovascular en el futuro, en caso de que no se concrete ninguna intervención.”

En el trabajo más reciente, el grupo evaluó de qué manera la práctica de actividades físicas afecta el funcionamiento de las células progenitoras endoteliales en niños con edades entre 6 y 11 años que asisten a un centro de la juventud en el municipio de São Paulo.

“Estudios anteriores demostraron que la capacidad de desplazamiento de las células progenitoras endoteliales de la médula ósea al torrente sanguíneo y también su capacidad de transformación en células endoteliales maduras pueden alterarse debido a distintos estímulos. En ese contexto, observamos que los ejercicios físicos cumplen un rol importante y beneficioso con relación a la movilización de esas células”, dijo Pinho Franco.

Los resultados del estudio demostraron que el efecto positivo del entrenamiento físico fue más significativo en el grupo de niños con historial de bajo peso al nacer. Aparte de elevar los niveles de células progenitoras en la sangre, se registró un aumento de los niveles de óxido nítrico (NO) y del factor de crecimiento endotelial vascular (VEGF-A).

“Estas dos moléculas [NO y VEGF-A] participan en los procesos de movilización y reclutamiento de las células progenitoras endoteliales”, explicó la investigadora.

Datos existentes en la literatura científica sugieren que el fenómeno de la programación fetal está asociado a los denominados factores epigenéticos, es decir, a modificaciones bioquímicas que ocurren en las células (generalmente como respuesta ante las condiciones ambientales) y alteran la forma de expresión de los genes, sin que para ello sea necesaria una alteración en la secuencia genética.

El equipo de Pinho Franco sospecha que la práctica regular de actividades físicas durante la infancia actúa precisamente sobre esos mecanismos epigenéticos, y de este modo revierte el patrón perjudicial de expresión génica inducido por la condición gestacional adversa.

A juicio de la investigadora, los resultados de este estudio indican que una intervención sencilla y de bajo costo puede tener un impacto decisivo en la vida adulta de los niños que nacen con bajo peso.

“Debe orientarse a los padres a que hagan que sus hijos se ejerciten lo antes posible. Y los pediatras, por su parte, debe llevar a cabo el seguimiento de esos niños con otra mirada: deben realizar estudios regulares de perfil lipídico, medir la presión arterial y evaluar otros marcadores cardiovasculares”, sostuvo. (Fuente: AGENCIA FAPESP/DICYT)

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