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domingo, 7 de junio de 2020

Estudio de la dieta del quebrantahuesos

Los excrementos de los animales son muy valiosos como elemento de estudio por la enorme cantidad de información que proporcionan sobre el modo de vida de nuestra fauna silvestre. Por ejemplo, su detección en el campo permite saber por dónde se mueve una especie concreta o incluso estimar su abundancia, mientras que su análisis en el laboratorio puede desvelarnos aspectos como la dieta, el estado de salud, el grado de exposición a la contaminación ambiental o incluso la identidad de su propietario a través de pruebas genéticas. Además, hay que añadir la ventaja de que se trata de muestras no invasivas, que nos ofrecen toda esta información sin necesidad de molestar a la especie de fauna objeto de estudio.

Un nuevo trabajo de investigación ha analizado por primera vez los restos inorgánicos (minerales) y orgánicos presentes en los excrementos de quebrantahuesos (Gypaetus barbatus), recolectados en nidos de la especie, con el fin de determinar su idoneidad como indicadores de la dieta. Los resultados han sido comparados con observaciones mediante video-cámaras del aporte de alimento a los mismos nidos, un método clásico para identificar la dieta de los quebrantahuesos.

Los huesos se componen principalmente de un mineral llamado hidroxiapatita (un fosfato cristalino muy rico en calcio), agua y materia orgánica en forma de colágeno, constituyendo un alimento que energéticamente no tiene nada que envidiar a la carne. Cuando un quebrantahuesos los ingiere, su sistema digestivo es incapaz de absorber todos los minerales, de modo que el exceso es expulsado con las heces.

Los resultados del estudio, que ha sido llevado a cabo por científicos del Grupo de Investigación en Gestión de Recursos Cinegéticos y Fauna Silvestre del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC – CSIC, UCLM, JCCM) (España), de la Heidelberg University (Alemania) y la Universitat de Lleida, muestran que el calcio y el fósforo fueron los elementos más abundantes en las heces de quebrantahuesos, representando en torno al 40% de su contenido mineral.

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Quebrantahuesos. (Foto: Pilar Oliva Vidal)

Otros elementos, como el hierro, el sílice y el zinc, fueron encontrados en concentraciones variables, lo que podría deberse a diferencias en la selección del tipo de alimento entre territorios o a diferencias respecto a la cantidad de partículas de suelo ingeridas accidentalmente junto con el alimento.

Además, se encontró una proporción variable (entre el 0,5 y 4,6 %) de ácido úrico en las heces, que podría asociarse a una ingesta diferenciada de carne y médula ósea en función de los requerimientos nutricionales de los pollos de quebrantahuesos a lo largo de su crecimiento. Sin embargo, este metabolito de la digestión de la carne no se relacionó de forma negativa con el calcio (el metabolito de la digestión de alimentos óseos).

Según las observaciones realizadas mediante el uso de video-cámaras, el 65% de los alimentos aportados al nido se correspondió taxonómicamente con fragmentos óseos de ovejas o cabras. Anatómicamente, el 76% de los huesos aportados al nido se correspondieron con las extremidades, lo que indica una preferencia selectiva por este tipo de huesos, probablemente debido a su alto contenido en ácido oleico. Finalmente, las observaciones desvelaron que al menos el 15% de la dieta del quebrantahuesos se basa en el consumo de carne, principalmente de presas menudas como pequeños carnívoros y aves.

En su conjunto, los resultados de este trabajo de investigación confirman que los restos óseos son digeridos por completo gracias a las adaptaciones específicas de su tracto gastrointestinal. A pesar de que las observaciones directas de las presas aportadas al nido proporcionaron información más detallada sobre la dieta del quebrantahuesos que los análisis químicos de sus excrementos, éste podría ser un método complementario, no invasivo y relativamente económico, para el estudio de la dieta de una de nuestras aves rapaces más amenazadas. (Fuente: IREC/DICYT)

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viernes, 5 de junio de 2020

La mala calidad de la dieta influye más en el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 que la obesidad

La calidad de la dieta y la microbiota intestinal ligada a un patrón dietético saludable son más determinantes en el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 (DM2) que la obesidad. Así lo demuestra un estudio desarrollado por investigadores del CIBER Diabetes y Enfermedades Metabólicas (CIBERDEM) en el Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (IDIBAPS) junto con el Consorcio de Atención Primaria de Salud del Eixample de Barcelona (CAPSBE) (España) que ha publicado la revista Clinical Nutrition. Esta nueva investigación ha revelado que cuando se sigue una dieta sana, la presencia de obesidad no aumenta el riesgo de DM2, algo que sí ocurre en personas con mala alimentación. Este hallazgo podría cambiar la estrategia dietética en pacientes prediabéticos hacia enfoques centrados en una alimentación más saludable, en detrimento de dietas restrictivas enfocadas a la pérdida de peso.

Existe una relación directa entre la diabetes mellitus tipo 2 y la obesidad, que no solo incrementa el riesgo de sufrir la enfermedad, sino que también empeora la evolución de la patología y sus consecuencias. Dado que no hay cura para la DM2, frenar el desarrollo de la misma es uno de los principales desafíos para la investigación en este campo, que busca cómo evitar el avance de la fase de prediabetes, cuando el riesgo es muy elevado pero todavía prevenible. En esta fase, la pérdida de peso es una de las estrategias probadas para ralentizar el progreso de la diabetes.

Sin embargo, las personas mayores, con un riesgo un 50% superior de pasar de un estado prediabético a la diabetes, son también más vulnerables a las estrategias dietéticas para la pérdida de grasa basadas en la restricción calórica. Por ello, debe sopesarse el beneficio de estas dietas en este colectivo, ya que pueden provocar riesgos potenciales como sarcopenia, deterioro funcional, malnutrición y fragilidad.

Para valorar estrategias alternativas, en este estudio los investigadores siguieron la evolución de 182 pacientes mayores de 65 años con prediabetes, para analizar si los distintos patrones dietéticos que seguían estaban ligados a su condición de obesidad y cómo estos patrones podían influir en el riesgo de desarrollar diabetes. Para ello, se puso el foco en el análisis de la microbiota intestinal, que desempeña un rol esencial en el desarrollo de la DM2. La microbiota intestinal puede depender de los nutrientes que se consumen, aumentando o disminuyendo la concentración de diferentes tipos de bacterias.

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Diabetes. (Foto: DICYT)

Para valorar la interrelación entre dieta, obesidad y riesgo de enfermedad, se analizaron con técnicas de bioestadística los diferentes patrones dietéticos de los participantes y se dividieron los pacientes en cuatro grupos de estudio: obesos con dieta saludable, obesos con dieta no saludable, no obesos con dieta saludable y no obesos con dieta no saludable. Tras comparar la microbiota intestinal de los cuatro grupos, se pudo comprobar que ésta era más parecida entre sí dependiendo del tipo de dieta, independientemente de la condición de obesidad.

Los grupos con dieta no saludable (obesos y no obesos) mostraron mayor concentración de Prevotella y menor de bacterias ácido-lácticas y Faecalibacterium prausnitzii. “Teniendo en cuenta que la microbiota tiene un rol esencial en el desarrollo de la DM2, se observó que los grupos con dieta no saludable presentaban un patrón de bacterias con mayor riesgo patológico”, explica la doctora Diana Díaz Rizzolo, una de las coordinadoras del estudio.

Por otra parte, al comparar el riesgo de desarrollar DM2de los 4 grupos, los investigadores pudieron confirmar, como era de esperar, que cuando la dieta no es saludable, la presencia de obesidad aumenta la probabilidad de desarrollar DM2. Sin embargo, sorprendentemente, descubrieron que cuando la dieta es saludable, la presencia de obesidad no aumenta el riesgo de desarrollar la enfermedad. “Demostramos que la calidad de la dieta, y la microbiota intestinal ligada a esta dieta saludable, es más importante que la obesidad en el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2”, recalca el doctor Ramón Gomis, investigador del CIBERDEM en el IDIBAPS y también coordinador de este trabajo.

A la vista de estos resultados, los investigadores proponen un cambio de estrategia dietética para la prevención de la DM2 en personas mayores. “Las dietas restrictivas enfocadas en la pérdida de peso en mayores de 65 años con prediabetes podrían no ser la mejor opción; en su lugar, podría jugar un papel primordial en la prevención una alimentación basada en elecciones dietéticas saludables y el seguimiento de un patrón alimentario variado y equilibrado, en el cual se incluyen alimentos con grasas beneficiosas y almidones, incluso azúcares naturalmente presenten en los alimentos como las frutas, y un mayor consumo de proteína vegetal y no animal”, concluyen.

Actualmente, más del 60% de la población española presenta sobrepeso u obesidad, y la incidencia aumenta cada año. Estas condiciones son responsables directa o indirectamente de muchas de las patologías más prevalentes y mortales, entre ellas la diabetes tipo 2. Los datos muestran que un 14% de la población española sufre diabetes tipo 2. Se estima que el número de personas con esta enfermedad incrementará en el mundo hasta un 51% en los próximos años. (Fuente: CIBER/DICYT)

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martes, 2 de junio de 2020

La dieta durante el embarazo afecta a la microbiota y el desarrollo de los bebés en los primeros meses de vida

Investigadores del Instituto de Agroquímica y Tecnológica de Alimentos (IATA-CSIC) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) (España) han llevado a cabo un estudio que identifica distintos grupos de microbiota materna asociados a la dieta de la madre durante el embarazo, y los relaciona con la microbiota de los neonatos y su crecimiento durante sus primeros 18 meses de vida. Los resultados del trabajo, en el que han participado 86 madres con sus bebés desde el parto hasta los 18 meses de vida de los niños y niñas, aparecen publicados en la revista Gut Microbes.

La microbiota materna es el conjunto de bacterias que la madre transfiere a su hijo durante el embarazo y la lactancia, y que lo dotan de protección frente a enfermedades infecciosas. La nutrición durante el embarazo es importante para la salud de la madre y el bebé, pero todavía no se sabe mucho sobre el impacto que pueden tener en la microbiota intestinal materna distintos componentes de la dieta y cuál puede ser su impacto en la microbiota del neonato y en su salud a corto y largo plazo.

María Carmen Collado, investigadora del CSIC en el IATA-CSIC, explica que “se analizaron las muestras fecales de las madres y los bebés en el momento del parto mediante técnicas de secuenciación masiva para obtener los distintos perfiles en la microbiota intestinal. Posteriormente, se recogieron los datos de la dieta durante el embarazo, y se realizó un seguimiento clínico y antropométrico durante los primeros 18 meses de vida”.

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Microbiota. (Foto: CSIC)

La microbiota materna se dispuso en dos grupos con microbiota distinta asociados a ingestas dietéticas específicas durante el embarazo, como la ingesta de fibra, proteína vegetal, ácidos grasos omega-3 y polifenoles. Se observaron diferencias en la microbiota neonatal en función de la dieta y microbiota materna, y esas diferencias tuvieron también efecto en el crecimiento infantil.

“Hemos monitorizado durante 18 meses a los bebés de los distintos grupos siguiendo las pautas que dicta la Organización Mundial de la Salud de índice de masa corporal longitudinal y peso por longitud. También hemos observado las diferencias que se producían, demostrando que la dieta juega un papel muy importante en la vida temprana, que puede afectar a la microbiota materna; en particular, la fibra, la proteína vegetal y los ácidos omega-3, ejercen un efecto significativo sobre el microbioma del bebé y contribuyen al desarrollo infantil durante los primeros meses de vida, así como a la salud del niño”, concluye Collado. (Fuente: CSIC/DICYT)

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sábado, 23 de mayo de 2020

Identifican la «huella metabólica» de la dieta mediterránea que permite prever la aparición de enfermedades cardiovasculares

Investigadores de la Universidad Rovira i Virgili-IIPSV, liderados por el catedrático Jordi Salas-Salvadó, de la Universidad de Navarra, con Miguel Ángel Martínez-González al frente y el consorcio PREDIMED (España), en colaboración con la Universidad de Harvard y el Instituto Broad de Estados Unidos, han identificado por primera vez una huella metabolómica (consistente en varios metabolitos que circulan por la sangre), relacionada con la adherencia a la dieta mediterránea. Esta huella metabolómica  predice la aparición de infarto de miocardio e ictus. El trabajo acaba de publicarse en la revista de la Sociedad Europea de Cardiología.

El equipo de investigación, compuesto por expertos internacionales en nutrición y metabolismo, determinó más de 300 metabolitos en muestras de sangre de 1.859 participantes del estudio multicéntrico español PREDIMED, realizado en pacientes de alto riesgo cardiovascular que recibieron un seguimiento durante una media de 5 años, y 6.868 participantes de tres grandes estudios en Estados Unidos realizados en población sanitaria (estudio de las enfermeras y estudio de los profesionales de la salud) con un seguimiento de más de 15 años.

En estos participantes se conocía, a través de cuestionarios dietéticos (escala de adherencia), su nivel de cumplimiento con el  patrón dietético tradicional mediterráneo. La innovación del estudio consistió en identificar un conjunto de metabolitos, denominados «huella metabólica» que se asociaron con la escala de adherencia a la dieta mediterránea. Para esta identificación se utilizaron algoritmos de inteligencia artificial que identificaron 67 metabolitos. Esta huella metabolómica se identificó en población española del estudio PREDIMED y se validó en población de Estados Unidos. La huella metabolómica de la dieta mediterránea incluye tanto metabolitos marcadores de ingesta como de efecto de la misma.

Esta huella metabolómica es un indicador más objetivo de la dieta mediterránea, y cuando se comparó con la escala de adherencia a la dieta mediterránea obtenida solo mediante cuestionario, la huella metabolómica en sangre predecía mucho mejor la presencia de diabetes o los niveles de algunos factores de riesgo cardiovascular, en comparación a la adherencia determinada a través de cuestionarios dietéticos.

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(Foto: URV)

Lo más relevante es que esta huella metabolómica de la dieta mediterránea predijo en gran medida la posibilidad de que un individuo desarrollara con el paso del tiempo un infarto de miocardio o un ictus, tanto en los participantes del estudio PREDIMED como en los participantes de los tres estudios americanos.

Es la primera vez que se determina la huella de metabolitos relacionada con la adherencia a un patrón dietético como el mediterráneo. Esto abre grandes puertas a la hora de vislumbrar posibles vías metabólicas que expliquen los beneficios observados de la dieta mediterránea sobre la salud y la enfermedad en muchos estudios. Además, la huella metabolómica identificada promete evaluar de forma más objetiva y comprensible la adherencia y respuesta metabólica a la dieta, pudiendo ser útil en el futuro para individualizar mejor la dieta a seguir para la prevención de la enfermedad.

El investigador Jordi Salas-Salvadó, de la URV y del Instituto de Investigación Sanitaria Pere Virgili, cocoordina junto a la Universidad de Harvard y la Universidad de Navarra dos proyectos financiados por el National Institutes of Health del Departamento de Salud y Servicios Sociales de los Estados Unidos. Ello ha permitido este importante hallazgo entre los múltiples descubrimientos reportados en los cinco últimos años  en relación con diferentes estudios sobre metabolómica, enfermedad cardiovascular y diabetes que se están desarrollando en colaboración por investigadores del estudio PREDIMED pertenecientes a CIBERobn, diferentes universidades españolas y centros de investigación de nuestro país con investigadores de EE.UU., liderados por el profesor Frank HU. (Fuente: URV)

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jueves, 21 de mayo de 2020

Conservar una buena capacidad cognitiva gracias a la dieta

Según un análisis reciente de datos provenientes de dos estudios extensos, seguir la dieta mediterránea (con un alto contenido de verduras, granos enteros, pescado y aceite de oliva) se correlaciona con una mejor función cognitiva. Dicha dieta también parece ayudar a retardar el declive cognitivo.

El análisis lo ha realizado el equipo de la Dra. Emily Chew, directora de la División de Epidemiología y Aplicaciones Clínicas del Instituto Nacional del Ojo (NEI), uno de los Institutos Nacionales estadounidenses de Salud (NIH).

Los investigadores examinaron los efectos de nueve componentes de la dieta mediterránea en la cognición.

Los participantes con más fidelidad a la dieta mediterránea resultaron tener el menor riesgo de deterioro cognitivo. El alto consumo de pescado y verduras parece ejercer el mayor efecto protector. Tras diez años de seguimiento, los participantes con el mayor consumo de pescado tenían la tasa más lenta de deterioro cognitivo.

La diferencia numérica entre la puntuación de la función cognitiva de los participantes más fieles a la dieta mediterránea y la de los menos fieles es relativamente modesta, lo que significa que las personas probablemente no se percatan de que su dieta marca una diferencia cognitiva respecto a otros individuos en su vida cotidiana. Sin embargo, a nivel poblacional, los efectos sí muestran claramente qué dieta influye en la cognición y la salud neuronal.

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La lechuga es uno de los componentes típicos de la dieta mediterránea. (Foto: Amanda Mills / CDC)

Los investigadores también encontraron que los participantes con el gen ApoE, que los pone en alto riesgo de padecer la enfermedad de Alzheimer, tenían en promedio menores puntuaciones de función cognitiva y un mayor deterioro mental que los participantes que no tenían el gen. Los beneficios de una dieta mediterránea fueron similares para las personas con y sin el gen ApoE, lo que significa que los efectos de la dieta en la cognición son independientes del riesgo genético de padecer la enfermedad de Alzheimer. (Fuente: NCYT Amazings)

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